En Capital se hacen al menos cuatro por mes y el fenómeno se repite en las provincias. Atraen a un público de todas las edades, que va a buscar la “figurita difícil”.
Como los niños que abren paquetes de figuritas buscando las «nolas» o los coleccionistas que llegan al Parque Centenario con la ilusión de encontrar lo que les quita el sueño. «La adrenalina es la misma. La emoción comienza antes de comprar lo que buscás. Porque mientras revolvés discos no sabés qué vas a encontrar. Por ahí te chocás con la ‘figurita’ difícil. O tal vez, con algo que jamás imaginaste que existía», dice Juan Moffa, uno de los expositores del evento en el que ahora, domingo a las 17, decenas de personas revuelven cajas de discos de vinilo.
Es una nueva edición de la feria «Vinilos Mix». Las locaciones varían. Este fin de semana se organizó en un bar de Palermo. Las ferias de fanáticos de los vinilos comenzaron entre 2012 y 2013. Y en la actualidad, sólo en la Ciudad de Buenos Aires se hacen un mínimo de cuatro por mes.
El fenómeno no es sólo porteño. En Mendoza, por ejemplo, hay una feria mensual. Se han celebrado en Bahía Blanca, en Chubut, en Río Negro y en Entre Ríos, entre tantas otras provincias. Y en las próximas semanas hay una cita en Armstrong, una localidad santafesina en la que viven cerca de 11 mil vecinos.
«Es un fenómeno que no para de crecer», dice Quique Matavos, locutor, voz del estadio de Racing y organizador de la feria de este domingo. «Vas a encontrar gente de todo tipo: coleccionistas, DJ’s, gente que formó parte de fans club de grupos de los 70 u 80 y que hoy sigue fanatizada y gente joven. Hay muchos pibes que están empezando a escuchar música en vinilos».
Los que revuelven suelen buscar lo de siempre. Lo codiciado: un vinilo de la época de The Ramones cotiza de 8 mil pesos hacia arriba. Las ediciones japonesas son muy deseadas. Pueden pedirse 200 dólares por cada una. Todo lo que es sobre The Rolling Stones o The Beatles suele ser caro. Lo mismo con los discos de Jazz.
En la feria de este domingo, un fanático encontrará un disco de Spinetta y lo pagará a 12 mil pesos. Será el más caro de la tarde, aunque hay cajas con promociones de dos por mil.
Otra joyita difícil de obtener es uno de los cien vinilos de una edición «fallida» del segundo disco de Metallica, en su versión francesa. Se hizo con tapa verde, cuando debía ser azul, como el resto de las copias.
«Las ferias son un complemento de lo que sucede en Internet. Sirven para vender y para crecer en cantidad de clientes. Aunque los clientes saben dónde buscar», cuenta Juan Moffa, dueño de Joey Records. En la última semana hizo 40 envíos por correo a distintas localidades del país.
Juan Moffa cuenta que las ferias complementan la compraventa por Internet y sirven para atraer más clientes. Foto Germán García Adrasti
Gastón Álvarez, otro de los organizadores y expositores, por ejemplo, dice tener 5 mil clientes a lo largo y ancho del país. Eso lo llevó a cerrar su disquería. «Lo que gastaba en alquiler, ahora lo gasto en discos», afirma.
Para que entiendan los que son nuevos en la movida: en la Argentina los vinilos dejaron de producirse a principios de la década del 90, aunque en otros países la producción duró un par de años más. Fueron reemplazados por cassettes y CDs. Cerca de 2010 reaparecieron, en el marco de la moda de lo «retro».
Los fanáticos de la «vieja guardia» o la «vieja escuela» lo instalaron otra vez. Dos o tres años después se organizó la primera feria. Más adelante, para consolidar el fenómeno, llegó el turno de las reediciones a cargo de las grandes compañías. Primero, de los vinilos que se habían vendido en el siglo anterior. Luego, de música que había sido grabada en CDs.
«Lo que más me sorprende es el interés de la gente joven. Pibes que compran música a pesar de haberse criado a la par de YouTube o Spotify. Evidentemente comprendieron la diferencia del sonido entre el vinilo y el resto«, subraya Matavos.
Moffa marca la coincidencia y la diferencia con los lectores del diario de papel. Por un lado dice que el hábito de leer el impreso no se compara con hacerlo vía teléfono, de la misma forma en que no se compara escuchar música en vinilo que hacerlo por otras plataformas. La diferencia es que el lector joven no se interesa por el papel. Prefiere informarse por la web. Pero el escucha joven, en cambio, se está volcando por el vinilo y la bandeja.
La mayoría de los expositores plantean lo mismo: una cosa es poner música en el auto o en el teléfono mientras se hace actividad física. Y otra, dicen muy distinta, es hacerlo mediante la bandeja y el vinilo. La teoría no se limita a la diferencia del sonido. Va mucho más allá. El disco se pone cuando se quiere escuchar música sin hacer otra actividad a la par.
El «efecto pandemia» en la compraventa de discos de vinilo
«La pandemia ayudó mucho a la oferta de vinilos», sostiene Paula Álvarez. Es que el encierro hizo que muchos vecinos se dedicaran a ordenar sótanos o cuartos abandonados. Y allí encontraron vinilos. De sus padres o de sus abuelos. Enterados de la nueva moda, en lugar de tirarlos a la basura, los vendieron.
Pero hay que contarla «completa». En realidad, la pandemia también perjudicó a los compradores argentinos. Muchos revendedores dejaron de viajar. Antes era común que se tomaran un avión a Brasil, Estados Unidos, Alemania, Holanda o Noruega, sólo para comprar vinilos y traerlos. Apenas queda la opción del correo.
«La pandemia potenció las ventas en el momento que teníamos menos acceso a los vinilos que traíamos del exterior», es la conclusión de Moffa. Si bien es una de las personas que trae (o que traía hasta la pandemia) material de afuera para vender en el país, hay revendedores que hacen lo contrario: compran en las ferias o por Internet y los envían al extranjero. También recolectan material en la histórica feria del Parque Centenario, que había nacido en el Parque Rivadavia.
Fuente: Clarin